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Fotografías y Fotografías 360º:

José Ángel Barbero Sánchez

Textos, audios y documentación: Francisco Gómez Bueno

San Juan es uno de los más importantes templos del románico-mudéjar que nos ha llegado hasta hoy y uno de los puntos de interés más alto de la arquitectura salmantina del XII y principios del XIII. Tanto en el exterior como en el interior destaca el empleo de piedra arenisca junto al ladrillo para ennoblecer los capiteles. San Juan ofrece un amplio y diáfano espacio interior creado gracias a dos grandes arcos formeros rebajados, con casi 20 metros de luz, que sustituyeron en una reforma del siglo XV los arcos originales en ladrillo.

La iglesia de San Juan fue levantada a finales del siglo XII o comienzos del siglo XIII y es una de las principales construcciones de románico-mudéjar de Castilla y León. Su estructura se vio profundamente alterada en las reformas sucesivas de los siglos XV al XVII, aunque pudo recuperar parcialmente sus líneas en una restauración a mediados del siglo XX. La parte más emblemática es su vistosa cabecera románica de triple ábside, oculta parcialmente por las construcciones aledañas.

Una de las características de este templo es el uso combinado de ladrillo y piedra. Aunque el ladrillo es el elemento constructivo fundamental, que ofrecía condiciones de gran rapidez y durabilidad para las obras, se reserva la piedra para zócalos, basas y sobre todo los capiteles del ábside lateral. Su fina labra, permite disfrutar de formas burlonas, animales y vegetales, con toda la imaginación propia del románico, especialmente en los dos que ahora están recolocados en el pórtico de acceso.

La vista de la parte izquierda del templo está marcada por el juego de los ábsides y el tramo recto de fachada reconstruido, junto a un pórtico neomudéjar de la reforma de 1957. También ese año se retiraron algunos elementos barrocos de la torre, construida en 1787, aunque seguramente sobre una base anterior, con doble cuerpo: base de piedra sobre la que se asienta el cuerpo de campanas en ladrillo.

Aunque el exterior de la iglesia sufrió muchas alteraciones a lo largo de los siglos, todavía encontramos restos de la obra románica original también en el costado septentrional. Particularmente destaca la antigua portada, hoy cegada, que presenta ya arco apuntado, con cinco arquivoltas con imposta de nacela. Remata el conjunto una cornisa bajo la que se sitúa el característico friso en esquinilla.

San Pedro sufrió algunas importantes reformas entre los siglos XV y XVIII. A finales del XV seguramente se produjo la gran reforma que incluyó la construcción de las naves laterales y la sustitución del antiguo arco triunfal característico del románico-mudéjar por este otro en piedra labrada que presenta una destacada decoración de cardina gótica de la que sobresalen distintos personajes antropomorfos y animales. Está sostenido en ménsulas donde dos ángeles sostienen el emblema de la triple tiara papal en alusión al patrón del templo.

Galleguillos es uno de los ejemplos más tardíos de románico-mudéjar y seguramente ya abandonó la estructura tipo en las construcciones rurales de Salamanca (nave sencilla y remate en ábside) para construir un templo con un solo ábside pero con tres naves, una de ellas desaparecida en la actualidad. Esta es la tesis más probable para expertos como María Riansares Prieto Paniagua, que considera que en algún momento San Antonio sufrió una importante ruina que habría conllevado numerosas pérdidas en la fábrica original. Esta tesis podría sostenerse con el emplazamiento de la espadaña campanario, que aunque es obra más reciente, se emplazaría en el mismo lugar que otra anterior.

La nave central de San Pedro se cubre con una excepcional armadura de limas moamares clasificada en el grupo de las de mayor calidad de la provincia y además, cosa infrecuente, se sabe exactamente quién es su autor, Cristóbal Vallesa, carpintero del municipio, que fue contratado en 1559 y que habría tardado en realizar la obra más de diez años. Él mismo lo dejó escrito en arrocabe: “Vahesa me fecit Año 1570”, según ha destacado el investigador Sergio Pérez Martín.

Su decoración se realiza con lazo de ocho elementos, que se remata en la parte inferior de los faldones, en una disposición bastante similar, aunque algo más sencilla, que la de Cantalpino.

Hacia los pies del templo, el remate ochavado de la armadura fue más sencillo y presenta una forma completamente armónica. Aquí vemos en juego los cuadrales o cuadrantes, que permiten el paso del cuadrado de los muros al octógono y que se sostienen sobre pechinas planas, como es habitual, pero decoradas con dos casetones octogonales de gran profundidad.

El traslado del antiguo retablo de Peñarandilla permite volver a disfrutar con el juego de simetrías, espacios y vanos que crea el románico-mudéjar en sus ábsides. En este caso, encontramos un primer piso con nueve arcos ciegos, sobre el que se asienta un friso en esquinilla y otro en nacela y sobre él tres arcos doblados que aportan la luz del exterior. Sobre ellos, se repite el mismo esquema para dar paso a la bóveda de cuarto de esfera.

La armadura que cubre la nave central cuenta con dos remates ochavados en los extremos. Hacia la cabecera, la maquinaria da la sensación de estar perfectamente adaptada al arco de triunfo, pero este encaje fue ciertamente dificultoso para los carpinteros, que tuvieron que falsear las dimensiones de algunos pares y levantar unas pechinas inclinadas.

San Pedro de Villoria fue seguramente en su origen un templo de una sola nave con torre campanario en los pies, que se construiría ya en la primera mitad del siglo XIII. Aunque es posible que el elemento religioso y militar se entremezclaran, hoy tenemos interesantes restos de esa primitiva construcción románica en esta torre de trazado irregular y en la que se utilizaron ladrillos y mampostería. En el hastial encontramos además una llamativa configuración puramente mudéjar con arcos entrecruzados de ladrillo.

Esta armadura de limas moamares cuenta con una estructura de siete tirantes, seis pareados y un sencillo , que presentan una decoración similar a la del arrocabe. Se asientan en canes o asnados también decorados con motivos de gusto clásico.

En San Pedro de Villoria también nos encontramos la presencia de algunos interesantes restos murarios de la antigua fábrica románico-mudéjar. En los pies de la nave central permanecen tres sencillos arcos que forman parte de los pies de la torre, pero los más interesantes se encuentran en la nave del Evangelio, donde se aprecia el juego de arcos entrecruzados. También se percibe el arranque de un segundo cuerpo de arcos que quedó inconcluso.

La armadura de San Pedro se distingue por un potente arrocabe, parte en la que la techumbre entra en contacto con el muro. Nos encontramos aquí con tres aliceres o frisos con una riquísima y variada decoración incisa pintada en negro habitual en la carpintería mudéjar salmantina del siglo XVI.

La iglesia de San Pedro cuenta en realidad con un doble ábside, con un pasadizo entre ambos. Quizá lo que hoy vemos como parte de la iglesia fuera en realidad una muralla defensiva que protegiera la primera iglesia. En todo caso, al exterior el ábside presenta una marcada horizontalidad, con ocho arcos apuntados que acogen en su interior a otro de medio punto sobre el que se sitúa un pequeño friso en esquinilla. Es un modelo extraño en Salamanca, que se relaciona más bien con los trazados de la Moraña. Además, el ábside tampoco llega a ser semicircular,

y se remata con un doble friso de ladrillos sobre los que se ha efectuado un recrecimiento posterior para ganar altura en la posterior reforma del templo.

Mucho se ha discutido sobre un posible carácter de iglesia-fortaleza de este templo que ha sido fechado en su fábrica primitiva en la primera mitad del siglo XIII. Y es que entre sus peculiaridades, resalta sin duda el pasadizo interior con el que cuenta el ábside que ha sido visto por algunos autores como un auténtico camino de ronda militar. En todo caso, el ábside propiamente románico queda hoy totalmente oculto por un retablo de piedra arenisca.

Villoria es una de las poblaciones más antiguas de la comarca salmantina hoy conocida como Las Villas. Villoria Cabeza de Valdevilloria y Villoria la Mayor han sido algunos de sus nombres a lo largo del tiempo y de su remota antigüedad da cuenta el yacimiento romano de La Vega, donde se han rescatado pinturas y mosaicos. En el siglo XII se convertiría en plaza fuerte durante la repoblación y, algo después, se levantaría su iglesia de San Pedro, una de las construcciones más importantes del románico-mudéjar en Salamanca por haber conservado el ábside, el muro presbiteral y, mucho menos frecuente, la antigua torre situada a los pies del templo.

San Pedro de Villoria cuenta hoy con un interesante retablo en piedra realizado en los años 1795 y 1796 bajo trazas del prestigioso Jerónimo García de Quiñones, quien tras haber participado entre otras obras destacadas en la restauración de la torre de la Catedral Nueva de Salamanca, se encontraba en ese momento al frente del proyecto del Colegio de Calatrava.

La explicación de una serie de retablos en piedra que se han conservado en la provincia se encuentra en una circular de Carlos III que en 1777 prohibió la construcción de retablos en madera con el fin de reducir el alto riesgo de incendios.

El retablo, con regusto rococó, está presidido por un magnífico crucificado gótico (siglo XIV), flanqueado por tallas de Santa Bárbara y San Antón (siglo XVII).

El ábside de San Pedro se prolonga con dos tramos rectos no simétricos, que presentan una configuración simular con arcos longitudinales que acogen otros ligeramente agudos y un friso. Desarrollo que hoy no puede apreciarse del todo, porque ha sido truncado por la cubierta y absorbido por el inicio de la fábrica de sillería arenisca del resto del templo.

Hasta no hace mucho, el interior había perdido por completo su configuración original, pero las últimas restauraciones del ábside, tras una primera intervención llevada a cabo por los propios feligreses, se ha recuperado en parte su distribución primera, con la retirada de los encalados y el revoco que la cubrían. Aparecen totalmente rehechos los de la primera hilera, mientras que los del segundo, en los que se sitúan hoy dos tallas románicas encontradas precisamente durante esos trabajos, parecen más próximos al original.

Como típica expresión del románico rural, la iglesia de Santiago de Aldealengua es de muy reducidas dimensiones y una sola nave. Apenas alcanza los 20 metros de longitud y una anchura de ocho metros en la nave y cuatro en la cabecera. Su arco de gloria debió ser rehecho en época medieval tardía e incorpora hoy dos capiteles de curiosa decoración.

Una iglesia que se comenzó en mudéjar y que tres siglos después decidió rematar la cubrición de su zona más noble con este mismo estilo en madera. Hoy presenta una sencilla pero muy bella armadura de limas ochavada que entronca con la bóveda de horno que remata el ábside. Una cubierta probablemente realizada en el siglo XVI que guarda evidentes similitudes con otras de la zona de la Armuña.

Conforme avanza el siglo XVI, la carpintería salmantina de cubiertas y alfarjes se va haciendo cada vez más sobria. La sencillez decorativa se nota en la labor de menado que presenta en las tablas inferiores formas geométricas labradas que alternan estrellas y rectángulos.

La Iglesia de Aldealengua formó parte desde antiguo de uno de los trazados del camino de Santiago por Salamanca y de ahí la titularidad de su templo. Seguramente, a lo largo de los siglos se sucederían las imágenes con esta advocación. En el retablo actual tenemos la presencia jacobea en su condición de peregrino con capelina, vieiras y bordón (y no con la más frecuente iconografía barroca de la batalla de Clavijo). Pero anteriormente hubo, al menos, otra imagen. Hoy se puede ver en el vano de ladrillo de la derecha del retablo. La pieza fue encontrada emparedada durante las obras de restauración y confirma la costumbre de enterrar las imágenes sagradas cuando eran reemplazadas por otras con el cambio de gustos de cada época.

La Orbada es uno de los lugares más emblemáticos de la comarca de La Armuña, configurando un tesoro natural paisajístico con el célebre monte del que recibe su denominación. Con un pasado que se extiende la menos hasta la romanización, fue repoblada por el Reino de León en el siglo XII y de ese momento proceden los restos de su ermita, de los más antiguos de Salamanca en románico-mudéjar.

Aunque San Cristóbal Mártir atesora un notable conjunto de retablos barrocos, sin duda su retablo principal es el más destacado. Se ha fechado en el siglo XVIII y está emparentado con el modelo impulsado por Juan Fernández para el de la Clerecía de Salamanca, aunque con dimensiones más modestas. Presidido por el símbolo del Espíritu Santo en el ático, destaca la imagen del titular y los dos relieves en las calles laterales con escenas de la vida del santo.

La armadura ochavada presenta algunos otros restos de policromía, que remarcan su carácter de obra mudéjar, aunque con otras muchas connotaciones renacentistas, como estrellas, florones o decoración a candelieri de la madera.

Simplemente con atenernos a la toponimia, nos encontramos con la comarca de la Armuña como una de las que mayor huella de la presencia de poblaciones musulmanas guarda. Una amplia llanura cerealista donde se encuentran vestigios tan evidentes como Moriscos y otras poblaciones que han sabido atesorar a lo largo de los siglos una amalgama de legados históricos y patrimoniales. En San Cristóbal de la Cuesta, atravesada por la carretera entre Salamanca y Fuentesaúco, nos encontramos uno de los ejemplos más bellos: su iglesia de San Cristóbal Mártir.

La iglesia de Santiago Apóstol pertenece a una época en la que el románico-mudéjar deja atrás el arco de medio punto como elemento básico constructivo y comienza a utilizar arcos más alargados, con impresión de estar ligeramente apuntados, en los ábsides. Eso sí, se va a conservar la configuración tradicional de filas superpuestas.

San Cristóbal mártir es un templo de dimensiones proporcionadas que ha llegado hasta hoy tras la intensa reforma barroca que habría alterado las formas precedentes. No obstante, siempre habría mantenido su estructura de una sola nave, hoy jalonada por distintos retablos barrocos que van conformado una suerte de capillas laterales.

El ábside es la única parte original que ha llegado hasta hoy, configurada por tres filas de siete arcos superpuestos, con la particularidad de estar situados en distinto eje. También en las distintas filas hay variación, ya que mientras los inferiores son doblados, los superiores son sencillos, aunque con apariencia de estar inscritos en rectángulos que aportan las bandas verticales. La arquería inferior prácticamente ha desaparecido, sustituida por sillería y ladrillos.

En el exterior también nos encontramos con presencia de la fábrica original mudéjar en el tramo recto que antecede al ábside. Es un sistema organizado en tres cuerpos. El inferior con tres arcos ciegos apuntados, una línea de imposta y la segunda hilera enmarcada. Se completa con un tercer cuerpo de recuadros, como hemos visto en Cantaracillo.

La iglesia de Santiago Apóstol pertenece a una época en la que el románico-mudéjar deja atrás el arco de medio punto como elemento básico constructivo y comienza a utilizar arcos más alargados, con impresión de estar ligeramente apuntados, en los ábsides. Eso sí, se va a conserva la configuración tradicional de filas superpuestas.

El camino natural para ir de Salamanca a la zona de las villas pasa necesariamente por Aldealengua. Es una topónimo de posible origen árabe, vinculado a su condición de huerta por excelencia de la zona, en la rica vega del Tormes. También se considera que su nombre podría hacer referencia a la distancia pequeña que la separa de la ciudad salmantina e incluso al carácter alargado o “luengo” de la población, precisamente distribuida a lo largo del camino. En todo caso, en la repoblación de la zona, en el Reino de León, se mantuvo una importante población morisca. A principios del siglo XIII se comenzó esta iglesia de Santiago Apóstol, una pequeña joya del románico mudéjar

Con toda probabilidad, en San Cristóbal existió una iglesia románica fundada en los momentos de la repoblación de la llanura, en el siglo XII. Sería en este caso un templo en piedra y no en ladrillo y los restos más plausibles los ponemos localizar en la base de la torre campanario.

San Cristóbal Mártir sigue los postulados típicos del barroco rural del siglo XVIII en la provincia de Salamanca. En ese momento, se reforma una iglesia que habría sido construida en el siglo XV, aunque sobre base anterior. En el exterior, destacan las bellas labras en piedra arenisca de Villamayor de la portada dedicada al titular o en los moldurones que decoran los vanos de la cabecera.

La decoración se intensifica en la zona del almizate, parte superior, donde además se encuentran dos mocárabes de importantes dimensiones para el tamaño global de la techumbre, mientras que en los faldones laterales destaca la presencia de rosetas doradas.

A mediados del siglo XVIII se realizó la importante reforma del templo que depararía algunos cambios en las dimensiones y necesidades y que afectó particularmente a la cubierta de la nave. Aquí se optó por respetar la tradicional estructura de una armadura de par y nudillo de madera, quizá el ejemplo más tardío de este modelo constructivo en la provincia. También a esa época pertenecen las pinturas murales que debieron de formar parte de algún retablo fingido.

Su ejecución es un buen ejemplo de la alta perfección técnica que alcanzaron los carpinteros de la época, desarrollando un lazo de ocho ataujerado, con la superposición de tablillas sobre la armadura con el fin de desarrollar un programa decorativo mucho más elaborado y complejo con el que se cubre la estructura.

Sobre el presbiterio y altar mayor de San Cristóbal Mártir se encuentra una de las más llamativas techumbres de la zona. Según algunos autores, armada en el último tercio del siglo XVI, aunque su policromía lleva a pensar a Belén García de Figuerola, que es algo anterior. Presenta unas dimensiones de 6,20 metros de largo por algo más de 5 metros de ancho y está atravesada por un tirante que se apoya en canes decorados.

En el siglo XVI, la Ermita, seguramente a causa de un profundo deterioro, fue totalmente reformada, añadiendo los muros de mampostería y la portada renacentista de piedra de Villamayor. Una reforma a la que se sumó otra en época contemporánea que ha acabado por configurar su aspecto actual en la cabecera.

Un detalle curioso de la construcción interior de la ermita de La Orbada es que ha incorporado en varios puntos de los muros actuales relieves de época precedente. Podemos encontrar en el muro occidental un disco solar próximo a los pies y cerca de la cabecera cuatro pequeñas rosetas que posiblemente nos remitan al siglo XII y, por lo tanto, al origen de la construcción.

El altar de la ermita es una curiosa construcción que aprovecha restos precedentes del templo. La mesa de altar procede de un antiguo púlpito del siglo XVI, que se sostiene sobre dos capiteles invertidos, posiblemente románicos y de muy tosca factura. Hay otros reaprovechamientos de piezas románicas distribuidos por el entorno.

Nuestra Señora de la Encarnación tiene sus orígenes en el siglo XII, aunque ha sido objeto de numerosas reformas posteriores que poco han permitido conservar de su primera fábrica. Los restos más relevantes los encontramos en el muro de poniente. Un bello testimonio románico-mudéjar que se compone de una galería de cinco arcos ciegos muy ligeramente apuntados, sobre los que arranca una segunda fila interrumpida. La hipótesis más plausible es que al igual que en templos como San Juan de Alba de Tormes el ladrillo se empleara para la fábrica estructural y se reservara la piedra para los elementos ornamentales.

La iglesia principal del municipio es la dedicada a San Miguel, realizada ya en el siglo XVI. La ermita de la Encarnación es un pequeño templo en las afueras del núcleo urbano y situada junto al cementerio.

En el muro sur se conserva un gran arco de medio punto cegado que deja entrever el lugar en el que asentaba la primitiva cubierta de la ermita. Lo más posible es que se tratara de un arco diafragma que diera sostén a la nave del templo, con otras dimensiones a la actual.